lunes, 30 de mayo de 2016

La lechuga y sus beneficios

Los botánicos no se ponen de acuerdo sobre su origen. Conocida por sumerios, egipcios, persas, griegos y romanos, es una planta cultivada desde hace muchos años, existiendo testimonios escritos de que los romanos ya conocían diferentes variedades. Los egipcios representaban a Min, dios de la fecundidad y protector de las cosechas, por una lechuga y su conmemoración anual en procesión era una de las más celebradas.

La lechuga contiene una gran proporción de agua (95% de su peso), por lo que su aporte calórico es muy bajo.

Entre sus vitaminas, destacan el ácido fólico, la vitamina C y la provitamina A (beta-carotenos), mientras que la niacina, tiamina (vitamina B1) y riboflavina (vitamina B2), se encuentran en menores proporciones. Además, al consimirse generalmente en forma cruda (ensalada) se evitan las pérdidas de nutrientes durante el cocinado.

La deficiencia en ácido fólico puede producir anemia megaloblástica, y se asocia con un aumento del riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, procesos cancerígenos y malformaciones congénitas fetales (defectos del tubo neural como espína bífida, problemas cardiacos, labio leporino, etc.). También se ha relacionado la carencia en esta vitamina con alteraciones en el crecimiento, y con una peor función mental.

Los beta-carotenos, por su parte, además de transformarse en vitamina A en nuestro organismo, actúan como antioxidantes y potenciadores del sistema inmune, asociandose su ingesta elevada con un menor riesgo de cáncer y enfermedad cardiovascular.

El aporte de minerales no resulta especialmente significativo, aunque sí posee pequeñas cantidades de fósforo, potasio, hierro y calcio.

Sin embargo, es preciso tener en cuenta que las hojas de color verde intenso, que por lo general suelen ser las menos tiernas, son precisamente las más ricas en vitaminas y minerales.

Contiene flavonoides, fundamentalmente quercetina (3 mg/100 g), que tiene actividad antioxidante, antitrombótica (inhibe la formación de trombos) y anticarcinogénica; seguida de kaempferol (0.41 mg/100 g), y cantidades inferiores de miricetina (<0.1 mg/100 g), luteolina (< 0.1 mg/100 g) y apigenina (< 0.2 mg/100 g).

La lechuga también aporta pequeñas cantidades de beta-sitosterol, stigmasterol y campesterol, fitoesteroles que participan en importantes funciones biológicas tales como la reducción de los niveles séricos de colesterol, protección frente a algunos tipos de cáncer...
 
Algunos autores han atribuido a este alimento propiedades calmantes y sedantes probablemente debidas a la presencia de ciertas sustancias (lactucina, lactucopicrina...) que también se encuentran en el látex de la lechuga silvestre (lactucario), pero en mucha menor proporción. Estas sustancias, consideradas responsables del sabor amargo de los alimentos que las contienen (lechuga, endivia, achicoria...), son similares químicamente a las que forman el opio, aunque carecen por completo de efecto adictivo y toxicidad.

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