viernes, 27 de mayo de 2016

El agua y el ejercicio

El ejercicio puede alterar marcadamente las pérdidas de agua mediante la sudoración (piel) y la evaporación (pulmones).

La deshidratación depende de aspectos ambientales y de la intensidad del ejercicio; en los deportistas que se ejercitan moderadamente son frecuentes pérdidas de 1 a 2 litros por hora, por sudor, esto depende de la intensidad del ejercicio, la temperatura ambiente, humedad relativa, el estado de la hidratación o respiración y el grado de aclimatación previo.

En el caso de las pérdidas por evaporación o respiración, el clima cálido y húmedo las disminuye, pero aumentan con el tiempo frío y en las grandes altitudes, donde el aire contiene poca humedad y la frecuencia respiratoria es mayor.

La pérdida de agua causada por el ejercicio desencadena los siguientes efectos: sed y menor apetito, disminución del rendimiento, desconcentración, dolor de cabeza, irritabilidad, sueño, variaciones de la temperatura, aumento de la frecuencia respiratoria, entre otros, y muerte. Para evitar estos efectos se recomienda un proceso previo de aclimatación, hidratación durante la competencia o ejercicio con agua que contenga los minerales naturales (hierro, sodio, calcio, magnesio, etc.).

En el caso de que la intensidad del ejercicio sea mayor de una hora, es necesario el uso de soluciones de glucosa y electrolitos. Dicha hidratación facilitará la oxigenación del tejido muscular y mejorará el rendimiento del deportista.

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